El periodismo no es una profesión que quede al margen de los avances de la Inteligencia Artificial. Así lo demuestra la decena de robots periodistas o journobots que muchos medios, como el Washington Post, ya han puesto en funciones. Es una etapa de cambio, sin dudas, en la que tal vez ahora más que nunca quienes hacemos del periodismo una profesión debamos ponernos a repensar nuestro rol en este campo de la comunicación.
Hay que decirlo, la técnica del periodismo moderno ha tenido suerte. El oficio de quien escribe una crónica ha perdurado sin mayores modificaciones durante más de 150 años, desde que a un corresponsal en la Guerra de Crimea, debido a la precariedad de las líneas telegráficas, se le ocurrió enviar lo más importante primero y lo menos relevante después. Así se inventaron la “pirámide invertida” y las “cinco w” (Who, What, When, Where, Why?), conocimientos todavía enseñados en las escuelas del rubro.
Hoy los robots han sido diseñados para escribir breves artículos en tan solo segundos, a través de la búsqueda y el análisis de datos, los que procesan a una velocidad inalcanzable para las personas. Lo cierto es que estas experiencias también han generado problemas, al no poder distinguir la falsedad o veracidad de los datos procesados, algo que permitió por el momento reivindicar la figura de editores humanos.
¿En qué se han destacado los journobots? Gracias a su capacidad de procesamiento de datos están siendo útiles en la generación de informes y reportes de acontecimientos medibles (resultados deportivos, magnitud de desastres naturales, por ejemplo) e incluso como coequiper de periodistas humanos, al ayudar a detectar dentro del big data dónde puede existir una noticia.
Pero, ¿es posible que un software realice tareas periodísticas hasta entonces sólo realizables por humanos? ¿Podría un robot hacer, por ejemplo, una entrevista? Cuando hice esta pregunta a un grupo de futuros periodistas la primera respuesta fue negativa. Pero luego empezamos a imaginar la posibilidad de crear un robot entrevistador.
Una entrevista se realiza con un fin, un foco, que es buscar lo que no se sabe. Hay una información que se desconoce y, se supone, el entrevistado va a develar o confirmar. Nunca se va a una reunión de este tipo con la mente en blanco. Por ejemplo, ante un encuentro exclusivo con un posible candidato a presidente de la Nación, la pregunta obligada será en torno a si se presentará o no a elecciones; en caso afirmativo, le seguirán interrogantes como ¿cuál sería su plan de gobierno?¿sus primeras medidas?¿convocaría a la oposición para formar gabinete?¿quién sería su ministro de economía?, etc.
En definitiva, el journobot deberá hacer las preguntas que se desprendan de manera lógica de su base de información sobre el caso. Luego podrían venir preguntas de color, programadas con una jerarquía informativa menor, (¿cómo está formada su familia?¿qué cosas lo inspiran?¿su lugar en el mundo?)
Sin embargo, uno podría argumentar que sin la ayuda humana el journobot no podría mantenerse actualizado, de la misma manera que hoy los comunicadores humanos corrigen y completan las respuestas de un chat-bot de marketing. Pero también nuestro software podría funcionar, a la inversa, para hacer preguntas en lugar de dar respuestas. De manera autónoma podría escanear todas las informaciones, falsas y verdaderas, cotejarlas entre sí, darles un criterio de valor según su reiteración, para luego ponerlas a prueba frente al entrevistado, quien las ratificaría o negaría.
Imaginemos. Un humano (u otro robot) envía un mail encriptado a la redacción con una información sobre corrupción que involucra a un ministro. Nuestro journobot lo recibe. Reconoce por su archivo la importancia del involucrado; busca en su base de datos el celular del denunciado y de su círculo político. Le envía un mensaje instantáneo para concertar la entrevista en un momento del día. Entonces, envía las preguntas (¿Qué tiene para decir sobre la información que ha publicado el blog X sobre su participación en el caso X?). Las respuestas son audios del entrevistado, que el software transcribe a la perfección y guarda un back up para que no haya dudas al respecto. (“No, niego todo”; “No voy a hablar”; “La culpa es de…”). A la par, nuestro bot contrasta las respuestas con otras fuentes. Redacta el artículo. Jerarquiza la información de las respuestas en base a la importancia de las preguntas previamente establecidas. Escribe un título con metadata para posicionarse primero en los buscadores. Selecciona información de contexto, fotografías de archivo, mapas, visualización de datos. Lo publica; mide su rendimiento según analytics y lo actualiza en caso de ser necesario.
¿Cuál sería el impacto de la opinión pública ante una primicia obtenida por un journobot? ¿Una máquina tendría derecho a preservar la confidencialidad de sus fuentes de información? ¿Bajo qué criterios se programaría su línea editorial?¿Quién o qué determinaría el criterio de lo “noticiable”? ¿Se guiaría por “tendencias” para aumentar la cantidad de clics dentro de un nuevo sensacionalismo o preservaría la calidad informativa? En tanto, ¿Cómo reaccionarían los lectores? ¿Estaríamos más cerca de lograr la utópica objetividad en el periodismo o ante el peligro de nuevas formas de manipulación? ¿Los anunciantes confiarían en un periodismo cada vez más automatizado?
Que un journobot pueda hacer entrevistas es tan solo una posibilidad de muchas otras variantes del futuro del oficio periodístico, sin mencionar investigaciones, crónicas, notas “color” o costumbristas. De desarrollarse un bot con tales características surgirán de seguro muchas preguntas, inquietudes profesionales y replanteos a cuestiones que la ética profesional no ha resuelto.
En definitiva, sumaría un capítulo más para los modernos desafíos del periodismo.